MELBOURNE (AP) — A su salida de la pista tras otro intento de sumar su 24to título en torneos del Grand Slam frustrado por Naomi Osaka, Serena Williams se paró y se llevó la mano al pecho mientras los miles de espectadores que presenciaron su derrota por 6-3, 6-4 en las semifinales del Abierto de Australia el jueves se ponían en pie para aplaudirle.
¿Fue esta su forma de decir adiós? “Si alguna vez me despido, no se lo diría a nadie”, respondió la tenista estadounidense, de 39 años, con una sonrisa en una conferencia de prensa tras el partido.
Cuando la siguiente pregunta devolvió la conversación al gran número de errores que cometió durante el partido — el doble de errores no forzados, 24, que ganadores, 12 — Williams negó con la cabeza, sollozó y dijo “He acabado” antes de abandonar de repente la sala de prensa.
El sábado, Osaka (3ra preclasificada) se medirá a la estadounidense Jennifer Brady, que se estrena en una final de un grande, por el título.
Brady (22da) avanzó tras vencer en un épico último juego de 18 puntos con el que superó a la checa Karolina Muchova (25ta) por 6-4, 3-6, 6-4 en la otra semifinal. La estadounidense cayó de espaldas sobre la línea de fondo tras salvar tres puntos de quiebre y convertir su quinto punto de partido cuando una derecha de Muchova se fue larga.
“Me tiemblan las piernas”, señaló Brady. “Mi corazón está acelerado”.
No será la primera vez que mida sus fuerzas con Osaka: en septiembre cayó en un emocionante duelo a tres sets en las semifinales del Abierto de Estados Unidos.
Williams aspiraba a disputar a su 34ta final de un Grand Slam pero, una vez más, no pudo completar la tarea y sumar un nuevo título a su colección de 23 que le permitiría igualar a Margaret Court como la tenista más laureada de la historia.
Osaka, quien también doblegó también a Williams en la caótica final del US Open de 2018, se instaló en su cuarto duelo por el título de un grande y extendió su racha de victorias consecutivas a 20 luego de ganar los últimos ocho puntos.
“No sé si hay niños pequeños aquí hoy, pero yo era una niñita que la veía jugar a ella”, dijo Osaka, de 23 años, en referencia a Williams. “Y tan sólo estar en la cancha enfrentándola es un sueño para mí”.
La japonesa, que también conquistó el US Open del año pasado y el Abierto de Australia de 2019, es indudablemente la tenista más consistente y peligrosa del momento en pistas duras.
Antes, esa condición le pertenecía a Williams. Pero pagó muy caro sus errores en esta oportunidad.
“Pude haber ganado. Pude haber puesto 5-0 arriba”, dijo Williams, quien se adelantó 2-0 en el arranque para luego perder los siguiente juegos. “Cometí demasiados errores”.
Sus devoluciones de derecha fueron las más imprecisas, con una decena de errores no forzados con ese golpe durante el primer set.
“Demasiados errores”, dijo. “Errores fáciles”.
En 2017 y estando embarazada, Williams conquistó su 23er título de individuales en majors en Melbourne Park y estableció un nuevo récord en la era profesional. Regresó a la Gira de la WTA en 2018 y desde entonces ha perdido las cuatro finales de Grand Slam que ha disputado, y otras tantas semifinales.
Esa fase no ha sido un problema para el número uno del mundo, Novak Djokovic, quien ha ganado sus últimas 14 semifinales de majors y el jueves mejoró su foja de 9-0 en Melbourne Park al derrotar 6-3, 6-4, 6-2 al ruso Aslan Karatsev, que salió de la fase de clasificación, ocupa el puesto 114 del ránking de la ATP y debutaba en su primer grande.
Djokovic busca ganar su noveno título en Australia, que sería su 18vo del Grand Slam.
Rafael Nadal, quien cayó eliminado en cuartos de final ante Stefanos Tsitsipas tras desperdiciar una ventaja de dos sets, y Roger Federer ostentan el récord del tenis masculino con 20 cada uno.
Los espectadores regresaron a las gradas el jueves tras cinco días de ausencia por una cuarentena para frenar un brote local de coronavirus. Unas 7.000 personas, aproximadamente la mitad de la capacidad del estadio, presenciaron el juego entre Williams y Osaka. Los acomodadores se pasearon por los pasillos durante los cambios para recordar a los aficionados que debían cubrirse la boca y la nariz con la mascarilla.
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